Actualmente, nuestra sociedad está ampliamente concienciada de la importancia de detectar las anomalías visuales de los niños a la edad más temprana posible. A pesar de ello, todavía existen ciertas alteraciones visuales que nos pasan desapercibidas.
El ojo del niño está en constante desarrollo hasta alcanzar su madurez antes de los 8 años. Un diagnóstico precoz de cualquier anomalía puede ofrecer una solución total y definitiva a la misma. Si bien es conocida la importancia de la prevención en todos los campos de la salud, la capacidad de actuación sobre los problemas oculares en este período, hacen que la prevención sea obligatoria para garantizar la salud visual de sus hijos.
¿En qué casos debo llevar a mi hijo a revisión ocular?
Puede resultar complicado descubrir que un niño no ve bien. Es indispensable detectar, lo antes posible, cualquier defecto o problema visual, tanto en la visión de cerca como de lejos.
Debido a que, a menudo, el niño no se queja de ver mal, es necesario observar determinados síntomas que pueden alertar de problemas visuales:
Ausencia de fijación y seguimiento de una luz, a partir de los 3 meses
Desvía un ojo, por poco que sea
Se acerca demasiado a los objetos que observa como la televisión.
Mueve los ojos de forma errática
Sufre dolores de cabeza después de un esfuerzo visual
Tiene los ojos rojos de forma frecuente
Cierra un ojo habitualmente
Se frota los ojos y parpadea con frecuencia
Inclina la cabeza hacia un lado
Entrecierra los ojos para mirar objetos lejanos
Cierra siempre el mismo ojo cuando le molesta el sol
Tiene diferencias de visión al tapar un ojo o el otro
Pupila blanquecina o grisácea
Recomendaciones
Se recomienda realizar estos diagnósticos durante el primer mes de vida de un bebé:
A los 7 meses: Diagnóstico del estrabismo.
A los 18 meses: Agudeza visual, defectos refractivos y ambliopía.
Cada 2 años hasta cumplir los 14: Revisión ocular, detección y corrección de la miopía familiar, hipermetropía y astigmatismo.